23 de mayo de 2010

CANTO DE LA CHOSO DE TEJADO DE PAJA




He construido una ermita de paja en la que no hay nada de valor.
Después de comer me relajo y echo un sueñecito.
Cuando la choza quedo terminada, aperecioron las malas hiervas.
Ahora se han instalado y lo cubren todo.

El hombre vive apaciblemente en la ermita,
Sin trabas ni interiores ni exteriores.
No quiere vivir donde vive la gente vulgar
No le gusta lo que le gusta a la gente vulgar.

A pesar de que la choza sea pequeña, contiene todo el universo.
En diez pies cuadrados un viejo ilumina
Las formas y su esencia.
Un bodhisattva del Gran Vehiculo tiene fe absoluta.

Los hombres vulgares no pueden dejar de dudar:
¿Esta choza perecerá o no?
Perecedera o no, el maestro original esta presente
Y no reside ni en el norte ni en el sur ni en el este ni en el oeste.

Enraizado en la perseverancia, esto no puede superarse.
Un ventana brillando sobre los pinos verdes no puede compararse
Ni al os palacios de jade ni alas torres de plata dorada.
Permanecer sentado con la cabeza cubierta, todo permanece en reposo.

Ahí, este monje de las montañas no comprende nada de nada.
Vive allí donde esta y ya no hace esfuerzos para liberarse.
¿Quién podría con orgullo disponer de puestos par seducir a discípulos?
Dirigid vuestra luz hacia el interior y dad media vuelta.

No se puede ni afronta ni evitar la fuente infinita e inconcebible.
Id a ver a los viejos maestros y sed íntimos con su enseñanza.
Trenzad las hierbas para construir una choza y no renuncies nunca.
Dejad pasar los siglos y relajaos completamente.

Abrid las manos y andad inocentemente.
Los miles de mundos y la infinitud de los conceptos existen
Solo para liberarlos de vuestras trabas.
Si queréis conocer lo inmortal bajo la choza,
Aquí y ahora no escapéis de esta saco de huesos.

15 de mayo de 2010

ESTRECHEZ DE MIRA CIENTIFICA




Se considera que la ciencia es una disciplina que produce soluciones
en alguna esfera problemática y se supone que un científico es alguien
que trabaja para conseguir ese fin.

Sin embargo, a veces uno se pregunta si la producción de una solución
no pueda ser contra-producente, si no totalmente absurda.

Tomemos el caso de una simple almeja. ¿Qué hay de especial en esta criatura?

¿Sabías que hay más de 2.000 variedades de almejas? Hay almejas de
caparazón duro  (Mercenaria mercenaria) y almejas de forma ovalada
blanda (Mya arenaria). Aquí hablamos del tipo de caparazón duro que
vive en aguas profundas, no de las variedades que viven en aguas de
marea.

Aparte del hecho de que se las han comido desde tiempos prehistóricos,
¿qué tipo de vida llevan las almejas?

Puedes imaginarlas simplemente arrastradas por la corriente, nadando a
la merced de las corrientes o sentadas en el fondo del océano. Una de
sus actividades es la ingestión. A medida que estén arrastradas por el
fondo del océano, no hacen más que extender su sifón para chupar los
detritos del suelo arenoso que puedan contener comida si han tenido la
fortuna de encontrarla.

Tienen un caparazón grueso de color marrón, normalmente de forma
ovalada, con líneas concéntricas de crecimiento en la superficie. El
interior blanco lleva una mancha de púrpura oscura que rodea la
cicatriz del músculo, y la charnela contiene tres dientes blancos
cardinales.

Pocos son sus enemigos naturales—algunas especies de rayas, el
cangrejo azul Atlántico y, por supuesto, el enemigo de todas las
criaturas vivas, incluida de sí misma, la criatura humana.

Su ciclo de vida incluye una fase larval pelágica y una fase
sedentaria juvenil béntica. Durante los primeros años de la fase
adulta, comienza la vida como macho con gónadas masculinas
funcionales, pero con la madurez, a menudo se cambia en hembra. Se
reproduce por desove y la fecundidad de la hembra es alta, soltando
hasta 24 millones de huevos con cada desove.

Una vez establecida en el fondo, si encuentra la posibilidad, sumerge
el sifón en la arena y a la vez secreta substancias químicas para
construir un caparazón de carbonato que incrementa de tamaño a medida
que vayan creciendo sus órganos internos.

Aquí viene la parte interesante, pues como un árbol, una sección
transversal del caparazón duro normalmente revela la edad de la
almeja.

Tradicionalmente, las almejas de caparazón duro viven unos 40 años,
pero ocasionalmente se encuentra una excepción.

Si fueses científico puede que te preguntes, “¿hasta qué edad puede
llegar una almeja antes de que se muera naturalmente? Por supuesto no
puedes esperar para conseguir tu respuesta, ya que tú mismo puedes
desaparecer, otros pueden encontrar la respuesta antes de ti, o
podrías necesitar tener permanencia en el trabajo para conseguir tu
pizca de fama.

La paciencia no es siempre una virtud cuando se trata de un científico tonto.

Por tanto, ¿qué hace cuando encuentra una almeja extraordinaria de
aspecto muy inusual y con un caparazón muy denso? Eso es el dilema.

¿Sacrificas la almeja? Después de todo, sólo es una almeja. O
alternativamente, ¿dejas que acabe su vida mientras la observas
cuidadosamente para determinar cuanto tiempo puede durar su vida?
Recuerda que se considera que la ciencia es una disciplina que produce
soluciones en alguna esfera problemática y se supone que un científico
es alguien que trabaja para conseguir ese fin. Por tanto, si el punto
en cuestión es el potencial de vida de una almeja, claramente
comunicas el hallazgo y dejas que su vida gloriosa continúe
desarrollándose.

Si te aburrieras mientras esperaras, pudieras permitir que reproduzca
e incluso, sí no fueras vegetariano, podrías disfrutar de la carne de
la progenie de esa almeja especial.

O quizás podrías abrir un restaurante que se especialize en crustáceos
o escribir un par de libros sobre la vida sexual de la almeja
(probablemente no sería un gran éxito de libraría).

Ahora llegamos al punto absurdo de la tontería científica.

Mientras estaban dragando en aguas al norte de Islandia, encontraron
un especie inusual de almeja (Arctica islandica) a unos 83 metros de
profundidad. Con una inocencia científica, ¿o quizás ignorancia, o
pura negligencia tonta? decidieron abrirla (y así sacrificarla) para
descubrir qué edad tenía. ¿Quién sabe exactamente qué pensaban?

Solamente después de seccionar el caparazón (lo que hizo que ya era
una ex-almeja), y contar los anillos de crecimiento, se dieron cuenta
de la edad que había tenido… entre 405 y 410 años. Da la casualidad de
que esa ex-almeja tenía algo menos de medio milenio, lo que hace que
el potencial tradicional de vida de unos 40 años se volviera
insignificante.

El hecho de matar a una criatura viva para saber cuántos años tenía
podría formar parte de la disciplina científica, pero no contesta la
pregunta original de ¿cuánto potencial puede tener la vida de una
almeja? Por supuesto, de esta manera cayeron en el típico error de
hacerse la pregunta equivocada.

Bueno, esa decisión la podemos tachar de casualidad, pero ¿puede haber
sido debido a la emoción egoísta y tonta de haber descubierto una
almeja que batiría los récords previos de 220 y 374 años?

Un portavoz declaró, “Su muerte es un aspecto desafortunado de este
trabajo, pero esperamos sacar mucha información de ella.” Otro dijo,
“Para nuestro trabajo, es un beneficio, pero no fue bueno para ese
animal en concreto.”

Si la criatura humana no tuviera pruebas de nacimiento en forma de
certificados legales, me pregunto si los científicos no caerían en la
tentación de “sacrificar” a criaturas humanas para determinar la edad
a que habían llegado.

Considero dudoso que ese científico gane un premio Nóbel por lo que
hizo, pero puede que el Libro Guinness de los Récords esté interesado
en incluir en sus páginas al hombre que mató la almeja más vieja
existente para saber el potencial de vida que tenía.

12 de mayo de 2010

UN CASO DE CAGADA BUROCRÁTICA



Aunque admiro y respeto a los roedores, no le tengo especial cariño a la rata común desde que metí la mano despreocupadamente en una jaula en los días en los que aún creía que los experimentos con animales eran algo noble y útil. Eso fue mucho antes de que entendiera como biólogo la verdadera fuerza de la vida que hay dentro de todos los seres sintientes.

En cualquier caso, me topé con la boca de la rata y ella me mordió con fuerza.

Como un idiota, retiré mi mano a toda prisa y la rata, como si fuera un sharpei, se mantuvo colgada de mi mano sin soltar su mordisco.

Tuve que calmarme, aguantándome el dolor y la sangre, y poner a la rata en terreno firme. Entonces me soltó. Bien hecho, rata... Rata 1, Científico 0.

Desde entonces he madurado y, aunque aún me cuido de arrinconar a cualquier rata en un callejón oscuro, estoy de su parte, por mucho que entienda la necesidad de frenar su proliferanción en las ciudades. Sin embargo, hay cantidad de otros roedores ahí fuera que no hacen ningún daño en absoluto.

Después de todo, el orden de los llamados rodentia incluye a los topos, ardillas, ratones, conejillos de Indias, puercoespines y castores. Suponen más o menos el 40% de todos los mamíferos, y se caracterizan por tener en sus mandíbulas superiores e inferiores dos incisivos que crecen continuamente y cuyo tamaño tienen que mantener a raya mordisqueando.

Hace unos meses, se detectó que una plaga de unos 750 millones de topillos (se ignora quién es el funcionario que los contó) estaba arrasando los campos de Castilla y León, devorando las cosechas y diezmando las economías locales. Supongo que los topos que tenemos en nuestro terreno harían lo mismo si tuviéramos grandes proyectos comerciales, aunque yo prefiero que prevalezca un sano equilibrio entre las pocas cosas que cultivamos y su existencia simbiótica.

En algún momento, a las ardillas se las ha considerado portadoras de plagas, pero en el seminario tenemos varios almendros y cada año estos magníficos animales los invaden y se llevan todo lo que pueden para el invierno. Años atrás, algunas se cruzaron en mala hora con un gato o dos y sorprendentemente no dejaron más que las colas para contarnos lo que pasó.

Mi respuesta a eso es “Bien hecho, ardillas”, a la vez que estoy al tanto para intentar adelantarme a ellas. Supongo que podríamos poner trampas para ardillas y así salvar unas cuantas bolsas de almendras, pero ¿es eso lo mejor? También hay ratones en la masía vieja que suelen hacerse con cualquier comida que se quede expuesta sin vigilar. Por supuesto, sé que se reproducen a gran velocidad, pero parece mucho mejor proteger la comida que usar esas horribles trampas que les parten el espinazo a los ratones como un verdugo cuando saltan y los atrapan.

Las cobayas silvestres viven en las montañas y pastizales de Brasil, Perú, Argentina y Uruguay, así que en España no los vemos más que en pequeñas jaulas, haciendo trucos absurdos para los que no tienen suficiente energía para contactar con seres vivos de otra manera, o haciendo de mascota para niños o adultos que harían mejor si ellos mismos vivieran en una jaula.

Los puercoespines ocupan un amplio rango de hábitats en las zonas tropicales y templadas de Asia, África, las Américas e incluso Italia. Nunca he encontrado uno en España, si bien los erizos (que no son roedores, pero tienen púas) abudaban antes de que se eliminaran setos y bosques para hacer sitio para las autopistas, las urbanizaciones y la agricultura a gran escala.

Y luego están los castores. Por supuesto que ya no quedan en España, aunque según la información de la Geografía de Estrabón en el siglo I d.C. sí los hubo en tiempos. Ahí se afirma que “Iberia produce muchos ciervos y caballos salvajes. En algunas zonas, sus marismas también están repletas de vida; hay aves, cisnes y semejantes; y también avutardas en gran número. En cuanto a los castores, los ríos los producen, pero el aceite de estos castores no tiene la misma eficacia que el de los castores del Ponto...”

En la Gran Bretaña medieval se importaban pieles de castores del País Vasco y hay documentos que muestran que los castores sobrevivieron en España hasta el siglo XVII.
 
Luego, adiós castores... Me imagino que sus pieles deben de ser calientes, pero me encanta el viejo anuncio en el que salía un castor que decía: “Mi madre tenía un abrigo de piel, ¿y tú?”.

Pero ¡alto un momento! ¡Qué sorpresa!

Hay noticias (El País) en torno a la existencia de una colonia secreta de castores en España.

Qué fantástica oportunidad de volver a introducir la especie, que se extinguió hace 300 años. Pero ahí, en el mismo artículo, llega la gran sorpresa.

También hay un plan de erradicar por completo a estos castores porque en algún momento pasado se supone que fueron introducidos en España de manera ilegal.

Si fuesen castores nativos, lo cual es imposible, estarían protegidos por ley... Pero hay una laguna jurídica.

La Unión Europea ha respaldado la erradicación no porque estos castores en particular hayan causado grandes daños, sino para impedir que se establezca un precedente que pueda abrir la puerta a re-importaciones ilegales de fauna salvaje a lo largo y ancho de Europa.

Lo siento, pero lo veo como un caso de cagada burocrática... Aunque lo cierto es que ésa es la clase de acción que podemos esperar de los seres humanos.

Es una pena que el ser humano haya invadido el espacio de todos los demás seres vivos. Por suerte aún quedan algunos espacios libres. Pero ¿cuánto tiempo durarán?

¿Cuánto tiempo hasta que el ser humano destruya la mayor presa de castores jamás vista (850 metros, descubierta por un vuelo de la NASA), como si fuera una plaga o una amenaza para nuestro maravilloso mundo civilizado?

9 de mayo de 2010

DERECHA A LA VIDA




Como sabemos, la fuerza de la vida se dirige a la supervivencia, no de una especie individual sino de la vida en sí.

Aunque no tiene ningún impulso de retener cualquier forma particular que podamos considerar una especie, hay algunos seres vivos que cuentan con una impresionante historia de supervivencia natural.

La especie animal más antigua que hayamos descubierto hasta el momento sobre la tierra es el cangrejo de herradura, que ha estado en el planeta unos 445 millones de años, con cambios mínimos en su condición. Es sin duda la historia de un gran éxito, porque el gran Tyrannosaurus rex sólo existió durante tres millones de años y ahora por supuesto ya ha desaparecido. Eso parece sugerir que lo más grande no siempre es lo mejor.

En realidad, el cangrejo de herradura no es un cangrejo, y en términos evolutivos está relacionado con las arañas, las garrapatas y los escorpiones. De hecho, su antecesor directo puede haber sido el escorpión de mar, que existió hace más de 510 millones de años. En comparación, el pez llamado celacanto es un adolescente, con sólo 410 millones de años a sus espaldas.

Así pues, ¿cómo se las ha ingeniado el cangrejo de herradura para tener tanto éxito? Lo más probable es porque tienen un sistema inmune excelentemente desarrollado.

Cuando un invasor externo, por ejemplo una bacteria, entra en la sangre, el sistema inmune se pone a trabajar usando una sustancia llamada Limulus Amebocyte Lysate,
detecta su presencia y coagula esa muestra específica de sangre.

Eso parece indicar a las claras el hecho de que la naturaleza, sin guía superior alguna desde fuera, puede restaurar el sistema y preservar su vida –y por tanto la fuerza de vida de todos los cangrejos de herradura, siempre que nosotros no los eliminemos con la locura de nuestras acciones.

Eso plantea una pregunta, que no pretendo contestar: ¿estamos reduciendo los humanos el verdadero potencial de fuerza de la vida del ser humano por la interrupción artificial externa de los procesos biológicos?

¿Deberíamos permitir, en términos de la supervivencia biológica y no social, que los menos adaptados mueran?

Por supuesto, el mundo farmacéutico sufriría un colapso, los médicos irían a la cola del paro o se dedicarían al derecho, y ya puedo oír los gritos de horror de las religiones y las organizaciones en pro del derecho a la vida (humana, por supuesto) con sólo mencionar el tema.

A fin de cuentas, no somos mejores que la mosca drosofila, que se reproduce una y otra vez en la botella y lo seguirá haciendo hasta que se alcance el límite superior... Pero si bien la mosca drosofila intenta en números reducidos continuar la vida en la botella, nosotros sin duda romperemos el vidrio de nuestro mundo con la vana esperanza de que el ser humano seguirá adelante sin parar como gran superviviente.

Estoy dispuesto a apostar por el cangrejo de herradura y el celacanto.




8 de mayo de 2010

THE FERAL HUMAN ANIMAL





¿Alguna vez le has mirado a un lobo directamente a los ojos? Probablemente no, y aunque los hayas visto en sus manadas en la pantalla del televisor nunca has tenido el privilegio de encontrarte con uno cara a cara. ¿Qué tienen esos ojos? Hay algo ahí que dice, “No importa lo que hagas, amigo, no me vas a domesticar”.

La gente que tiene a sus pequeños perritos de juguete con sus bonitos cortes de pelo, que son un insulto a la naturaleza, cree que han domesticado al animal, pero no lo han hecho. Creen que este descendiente de lobos es “el mejor amigo del hombre”, hagan lo que hagan contra él. Menuda montaña de basura. Cada perro domesticado durante miles de años puede estar condicionado, poseído y maltratado, pero en realidad no se le ha domeñado.

No importa la apariencia de ese animal, aún conserva en algún sitio ese espíritu que el ser humano todavía no ha machacado y distorsionado del todo.

Démosle las gracias a la naturaleza por ello.

Los criadores crían razas, pero el lobo interno se mantiene. En su forma canina, esa magnífica criatura ha perdido su organización y su capacidad de sobrevivir, pero aún está ahí, lista para despertar.

Los perros de manadas sueltas, que llamamos salvajes, vuelven con bastante rapidez a la condición salvaje.

Su maravillosa jerarquía lobuna aún se debate entre la locura humana, pero si los dejáramos a su aire unas seis generaciones, el lobo volvería, junto con su mirada lobuna. Esa mirada la vemos claramente en Lu-na, la sharpei china que tenemos... Sus ojos lo dicen todo... Nobles e indomables sin duda.

Los otros cuatro sharpeis que tenemos no tienen ese elegante cuerpo de lobo, pero sí lo que otros llaman terca obstinación y nosotros llamamos espíritu, el Shén natural. Eso sigue ahí.

¿Cómo es en realidad la organización de una manada de lobos? Quizá podamos aprender algo si lo investigamos.

Cualquier manada de lobos muestra por lo general un plan preciso y natural (no cognitivo) y una lealtad mutua. Un sistema estricto aunque casi anárquico determina la tarea que tiene que cumplir cada animal y el rango que tiene con respecto a los demás miembtos de la manada; como la identidad no está por medio, esas posiciones se mantienen gracias a una comprensión innata de lo que es mejor para la manada.

Tan necesaria es esta jerarquía para el comportamiento de supervivencia que el orden de los cachorros en las tetas de la madre determina su futuro rango en la manada.

Hay una pareja “alfa”, que toma las decisiones que podríamos considerar importantes para la supervivencia, pero tienen a un lobo beta que les asiste y desarrolla una tarea compleja.

Se trata de poner a prueba agresivamente a los lobos solitarios que quieran unirse a la manada y de marcar las presas recién abatidas con su olor, porque a esa presa se le tiene que aplicar la marca de dominancia para que los lobos inferiores esperen su turno. Si lo miramos de cerca, no es cuestión de que la fuerza bruta salga ganando; es que, desde el punto de vista de la manada, los más fuertes deben sobrevivir en beneficio de todos.

Los diferentes rangos reciben comida de valor nutritivo y cantidad variable, lo cual hace que cada lobo desarrolle un olor que indica al instante su rango a los demás miembros de la manada, aparte de su aullido, que es independiente y reconocible.
La hembra alfa es la líder territorial, porque ella, cuando hay otra manada de lobos cerca, da la batalla por el control del territorio. Si se vuelve débil, le pasa la tarea a una hembra más joven, que en ese caso se convierte en líder.

Así, la manada se organiza y se mantiene bien.

Miremos ahora el comportamiento de manada de los humanos, aunque en atención a la falsa dignidad humana lo llamaremos comportamiento tribal o social.

¿Qué es en realidad una tribu?

Su etimología es latina y viene del número tres, cuyos casos dativo y ablativo son tribus. Por tanto “tribus” podría significar “para los tres” o “con los tres”.

Eso recuerda la visión de Aramis, Porthos y Athos... a los que debemos añadir nuestro héroe D’Artagnan: “Todos para uno y uno para todos”.

Ésa fue la base de la tribu natural, y si incluimos en esa protección del “todos para uno y uno para todos” la protección de los niños y del medio ambiente, tenemos la herencia natural del ser humano y la función de la fuerza de la vida, que en los humanos es distinta de todos los demás animales.

Por desgracia, las manchas de la identidad ya se han ocupado de eso y lo que el ser humano ha generado a partir de las primitivas bandas de cazadores recolectores –que eran sistemas tribales igualitarios o estratificados con un macho alfa que respetaba a sus miembros y al medio ambiente que los sustentaba– son sistemas deplorables (se les puede llamar civilizaciones) donde hay rango social y prestigio, con jerarquías sociales complejas y gobiernos organizados en instituciones.

El camino verdadero y natural de la tribu, basado en impulsos naturales que seguían la fuerza de la vida, ha dado paso a una actitud completamente egocéntrica de sus miembros, de los que se espera que formen un Estado egoísta, protegido por la lealtad, adquisitividad y aversión que él mismo enseña, mientras alza los estandartes de la nobleza civilizada, la compasión y la benevolencia, con funciones que el propio Estado delimita.

En cualquier manada de lobos hay conflicto, pero pocos resultan heridos o seriamente dañados. La manada humana, por otra parte, hace la guerra.

Las guerras, que eran endémicas entre las primeras tribus humanas, a menudo estaban altamente ritualizadas y desempeñaban un importante papel para asistir a la formación de una estructura social entre ellas; permitían que se desplegara el valor, pero esa expresión física tenía como consecuencia relativamente pocas heridas y aún menos muertes.

Por otro lado, las sociedades modernas “civilizadas” son más que capaces de entrar en guerras totales de exterminio. El ser humano básicamente ha perdido el valor de la estructura de tribu o manada y ha alterado las reglas de la supervivencia natural, de manera que lo principal es la supervivencia egoísta y la tribu, los niños y el medio ambiente quedan olvidados como conceptos sin valor alguno. Cuando se los menciona no es más que de boquilla y en beneficio del egoísmo hueco del Estado.

Por supuesto que la mayoría de las personas civilizadas abominan de la guerra por diversas razones, pero ponen las condiciones para ella con sus actos de adquisitividad y aversión.

Qué extraño que el magnífico lobo haya evolucionado hasta convertirse en un juguete del ser humano. Aún así, ahí fuera en la naturaleza salvaje, en condiciones hostiles, sigue sobreviviendo como una criatura hermosa, al mismo tiempo que sus hermanos han ido evolucionando hasta acabar como perros, serviles a la identidad humana colectiva. El perro aún tiene el espíritu del lobo, pero ¿dónde está el espíritu humano en nosotros?

Como seres humanos, hemos dejado atrás el carácter del indio norteamericano que mantenía una unidad con la naturaleza, el gran espíritu, y nos hemos convertido en tribus de un solo miembro, una contradicción en los términos, porque las familias de tres personas son incapaces de mantener los lazos de unidad que un grupo de tres lobos sí tiene.

Los mayores momentos de gloria del ser humano han surgido cuando se han comportado como perros salvajes con un líder dominante y un sistema abierto, pero aun así faltaba la lealtad de los lobos y la riqueza y el prestigio ocupaban el lugar del honor, la dignidad natural y la cercanía. Así, seguimos intentado rebajar a los descendientes de los lobos a nuestro nivel y matar cualquier vestigio de la propia naturaleza que pueda quedar en el lobo salvaje. Qué maravillosa criatura somos los humanos, perdidos en una nube de confusion, codicia and aversión destructivas.

4 de mayo de 2010

MONTAÑAS PELIGROSAS








Durante un mes he estado escribiendo sobre el verdadero aprecio de la naturaleza y lo que nos puede contar sobre las actitudes, intenciones y acciones del ser humano; para mí, está claro que el ser humano queda en segundo lugar en casi todas las categorías.

Ayer, primero de mayo, inicié otra etapa con la inteligencia artificial y empecé a dar impresiones del Dharma de varios aspectos directos del comportamiento humano que, siendo amables, podríamos tildar de absurdos.
La foto de arriba muestra al Siula Grande, una montaña de la cordillera Huayhuash, en los Andes peruanos. Su altura es de 6.344 metros.

Es una de las diez montañas que se consideran más peligrosas.

Vaya, parece una etiqueta extraña, ¿no? La idea es que es peligrosa para los seres humanos, porque dudo que las cabras montañesas se sientan amenazadas por su presencia. De hecho, dudo que a una cabra le intrigara la idea de escalarla hasta su cumbre.

¿Será que las cabras montañesas aprecian mejor lo que es el comportamiento correcto? Porque, hasta donde yo sé, ninguna tiene interés en ser la primera en escalar cualquier montaña, con o sin cuernos, de espaldas o cualquier otra tontería que tiene poca utilidad para su supervivencia.

No les interesa escalar ésta o cualquier otra montaña por el mero hecho de que está ahí. No les interesa escalar ésta o cualquier otra montaña para demostrar nada, y por lo que toca a la televisión y los medios de comunicación, dudo que la cabra que haya subido más alto en la montaña fuese noticia.
Igualmente, dudo de que hubiera el más mínimo intento de arriesgar vidas enviando un grupo de rescate para salvar a una cabra atrapada en la nieve, extraviada, o caída en una hendidura.
Tampoco creo que haya mucho interés entre las cabras hembras por ser la primera de su género que hace cumbre.
Entonces, ¿es que el ser humano escala esas cimas porque son peligrosas? Espera un momento. ¿Qué significa eso?
¿Saben algo los alpinistas que nosotros no sabemos a llamarles ‘peligrosas’ a esas montañas? ¿Acaso la raza humana corre peligro ante un inminente ataque de las montañas? ¿Caerán sobre nosotros? ¿Existe la posibilidad de que una gran montaña se abata sobre nosotros sólo porque quiere ver cuán abajo es capaz de llegar?

No lo creo.

Así que, ¿por qué son peligrosas?

No amenazan con causar estragos.

¿Entonces las llaman peligrosas los que quieren poner sus vidas en peligro? Si es así, sería mejor llamarlos alpinistas peligrosos, porque no sólo se ponen a sí mismos en peligro cuando intentan superar los peligros de la escalada, sino que ponen en gran riesgo a los que tienen que rescatarlos de vez en cuando.

Me pregunto si habría algún tipo de emoción en afeitarse con una cuchilla oxidada o correr delante de un bólido de Fórmula 1. Me imagino que para algunos pueda que sí, pero no hay fama ni fortuna en esas actividades y nadie compraría un libro que se llamara “Me he afeitado con las diez mejores marcas de cuchillas oxidadas”.
No es fácil hacerse famoso.

Sin duda el colectivo de los alpinistas llegará a la conclusión de que no les he entendido o algo peor, pero los entiendo demasiado bien.
Dadme esas criaturas que viven dentro de sus límites de supervivencia como parte de la naturaleza sin ningún objetivo de conquistarla.
Tristemente, el oso alpino y los lobos montañeses han desaparecido. Me pregunto si quizá me he equivocado en algo y los ha devorado alguna peligrosa montaña, o si quizá se han extinguido por la presencia y exigencias de los seres humanos “no peligrosos” y sus mentes “no peligrosas”.

Está bien que se haya vuelto a introducir al lince montañés en pequeños grupos en los Alpes, y que los corzos, los ciervos rojos y las gamuzas aún abunden en sus faldas inferiores.

Prefiero reservar mi admiración para ellos y para los pequeños carnívoros como el zorro rojo, el tejón, la marta o el armiño, que viven en las zonas bajas boscosas, por no hablar de la víbora común, la víbora cornuda, los lagartos, las ranas, los sapos, los tritones y las salamandras.
Por supuesto, las aves vuelan sobre los picos superiores de estas peligrosas montañas y siento que no tienen miedo, porque las montañas son su hogar y sin duda nunca vuelan más alto de lo que dicta su naturaleza.
Bueno, ésa es una cuestión interesante. ¿Considera el ser humano que una montaña es peligrosa porque no se la conquista fácilmente? ¿Es su naturaleza humana de tal carácter que debe vivir en el filo del peligro para sentirse vivo?
¿Necesita ver la majestuosidad de la montaña desde su cima y no puede apreciarla desde abajo? ¿O es la excitación de conquistar lo peligroso lo que es el objetivo de su Ego?

Quizá ése sea el motivo por el que caza animales salvajes, aunque dudo de que al conejo se le pueda tomar por peligroso.

Quizá es cierto que la cumbre de la montaña les permite a estos alpinistas apreciar la naturaleza y olvidarse por un instante de sus vidas cutres.

Es una pena que cataloguen a la montaña como peligrosa para lograrlo, porque les aseguro que la hermosa mariposa Apolo, muy escasa ahora, el magnífico escarabajo alpino de cuernos largos y la mariposa Parnassius Phoebus, que igual han dejado atrás en su camino, les podrían haber acercado a la naturaleza cuanto desearan.
Admito que debo de estar confundido, porque no soy capaz de entender por qué tantos seres humanos intentan entender la naturaleza buscando fuera, ya que pueden entenderla mejor si buscan dentro.

Me parece que me he extraviado, porque mi objetivo era hablar de las montañas peligrosas, pero aunque las he buscado no he podido encontrar ni una que de verdad amenace a cualquier ser vivo –si bien veo que hay muchos seres humanos que se sienten amenazados por el mero hecho de estar vivos.