9 de mayo de 2010

DERECHA A LA VIDA




Como sabemos, la fuerza de la vida se dirige a la supervivencia, no de una especie individual sino de la vida en sí.

Aunque no tiene ningún impulso de retener cualquier forma particular que podamos considerar una especie, hay algunos seres vivos que cuentan con una impresionante historia de supervivencia natural.

La especie animal más antigua que hayamos descubierto hasta el momento sobre la tierra es el cangrejo de herradura, que ha estado en el planeta unos 445 millones de años, con cambios mínimos en su condición. Es sin duda la historia de un gran éxito, porque el gran Tyrannosaurus rex sólo existió durante tres millones de años y ahora por supuesto ya ha desaparecido. Eso parece sugerir que lo más grande no siempre es lo mejor.

En realidad, el cangrejo de herradura no es un cangrejo, y en términos evolutivos está relacionado con las arañas, las garrapatas y los escorpiones. De hecho, su antecesor directo puede haber sido el escorpión de mar, que existió hace más de 510 millones de años. En comparación, el pez llamado celacanto es un adolescente, con sólo 410 millones de años a sus espaldas.

Así pues, ¿cómo se las ha ingeniado el cangrejo de herradura para tener tanto éxito? Lo más probable es porque tienen un sistema inmune excelentemente desarrollado.

Cuando un invasor externo, por ejemplo una bacteria, entra en la sangre, el sistema inmune se pone a trabajar usando una sustancia llamada Limulus Amebocyte Lysate,
detecta su presencia y coagula esa muestra específica de sangre.

Eso parece indicar a las claras el hecho de que la naturaleza, sin guía superior alguna desde fuera, puede restaurar el sistema y preservar su vida –y por tanto la fuerza de vida de todos los cangrejos de herradura, siempre que nosotros no los eliminemos con la locura de nuestras acciones.

Eso plantea una pregunta, que no pretendo contestar: ¿estamos reduciendo los humanos el verdadero potencial de fuerza de la vida del ser humano por la interrupción artificial externa de los procesos biológicos?

¿Deberíamos permitir, en términos de la supervivencia biológica y no social, que los menos adaptados mueran?

Por supuesto, el mundo farmacéutico sufriría un colapso, los médicos irían a la cola del paro o se dedicarían al derecho, y ya puedo oír los gritos de horror de las religiones y las organizaciones en pro del derecho a la vida (humana, por supuesto) con sólo mencionar el tema.

A fin de cuentas, no somos mejores que la mosca drosofila, que se reproduce una y otra vez en la botella y lo seguirá haciendo hasta que se alcance el límite superior... Pero si bien la mosca drosofila intenta en números reducidos continuar la vida en la botella, nosotros sin duda romperemos el vidrio de nuestro mundo con la vana esperanza de que el ser humano seguirá adelante sin parar como gran superviviente.

Estoy dispuesto a apostar por el cangrejo de herradura y el celacanto.




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