20 de abril de 2010

EL SECRETO DEL DHARMA


Bien, hoy voy a divulgar el gran secreto del Dharma que todo el mundo sabe y sin embargo nadie es profundamente consciente de él.

Hay varias preguntas básicas dentro de nuestras mentes que continuamente exigen respuesta y nunca parecen obtenerla.

¿Qué debo hacer ahora, en este momento?
¿Quién soy?
¿Qué haré (en el futuro)?
¿Quién seré?

Entonces, como no hay respuestas útiles o satisfactorias que proporcione la mente, surgen las siguientes preguntas con cierta tristeza o, peor aún, con pánico: ¿Qué he hecho y qué he sido?

La primera respuesta adecuada sería: “¿Y quién quiere saberlo?”

Y la respuesta obvia es: “Yo”.

Eso le lleva a uno a un ciclo interminable, primero con “Pero, ¿quién soy?” y luego, cambiando el orden conceptual, “¿Qué debo hacer ahora?”, hasta el infinto.

Los que han entrado en la corriente del Dharma o Dao saben parte de la respuesta. Saben que el “yo” –que por supuesto también incluye “a mí” y “mío” – no existe y no es más que una convención útil de la mente que ha adquirido una importancia y realidad abrumadoras.

Saben que el Dharma les enseña cómo apartar esa identidad con la meditación y pueden desecharla del todo mediante una contemplación más profunda. Pero hasta que llegan a esa etapa de contemplación, las otras tres preguntas que parecen estar revoloteando ahí dentro y más les molestan son: “Entonces, ¿qué hago?”, “¿Qué debo hacer en el futuro?” y, por último, la lastimosa “¿Qué he hecho en mi vida?”. El “yo” se ha metido de por medio otra vez.

El Dharma saca a la luz la locura del concepto del pasado, el futuro y el presente, pero ahí estás, extraviado en un mundo hostil con esas tres preguntas sobre tus acciones.

¿Recuerdas los muñecos de acción? ¿Los Madelman y, en otro nivel, Ken y Barbie?

¿Alguna vez tuvieron que preguntarse qué hacer? No. ¿Por qué?

Tú decidías por ellos... ¿Cómo decidías? De niño, te salía espontáneamente y el camino lo dictaba el patrón particular que se le había marcado, dadas sus características de fabricación.

Hasta aquí, todo bien.

Había diferencias individuales, desde luego, en relación con cómo actuaban esos muñecos bajo tus órdenes, pero no había pensamientos llenos de ansiedad ni tampoco una profunda introspección en su pasado... Parecía como si sus acciones no salieran de ninguna parte.

Uno de los primeros problemas es que el ser humano no tiene el patrón de identidad que le marca el fabricante y la división de marketing. Como resultado, no sabe cómo reaccionar ni quién es.

Algunas personas inteligentes decidieron rellenar ese hueco inventándose un fabricante que impone ciertos mandamientos sobre cómo debería ser su comportamiento, dejando abiertas por completo las preguntas de “¿Quién he sido?”, “¿Quién soy?” y “¿Quién voy a ser?” con la simple instrucción de “Limítate a hacerlo bien o te vas a arrepentir”.

La verdad, sin embargo, es que no hay fabricante y que, como decía un personaje de La cabaña del tío Tom, “Simplemente hemos ‘crezcado’”.

Así pues, ¿adónde vamos desde ahí para responder a la pregunta “¿Y ahora qué hago?”? –admitiendo que el “yo” es una ilusión útil pero no real, porque cuando no hay respuesta inmediata empieza de nuevo la cadena de preguntas ridículas: “Entonces ¿qué voy a hacer en el futuro, visto lo que he hecho en el pasado?”, etc.

Qué criatura tan ridícula es el ser humano.

Los lirios del campo, que se visten con mayor magnificencia que Salomón, ¿acaso se preguntan qué ropa ponerse? No, simplemente lo hacen. ¿De dónde sale eso? De su verdadera naturaleza de lirios. Y el zorro y el conejo, el gorrión y el águila, ¿qué hacen en este momento y en el futuro? Hacen lo que su naturaleza les dice sin preocuparse ni del pasado ni del futuro.

Pero no puedes encontrar esa verdadera naturaleza, porque todos los que te rodean han perdido la cabeza y andan corriendo de aquí para allá, como meras copias de lo que se supone que debían ser según las reglas del fabricante inventado, pero con total incapacidad de serlo en el más mínimo grado.

Cuando te despiertas por la mañana, la única manera de saber la respuesta a esa primera pregunta de “¿Qué debo hacer ahora?” es escuchar lo que dice tu verdadera naturaleza. Por supuesto que el problema es que no dice nada, pero si te mantienes muy, muy en silencio, aquietando tu mente y cuerpo, puedes ver que el programa natural ya te ha puesto en marcha... No tienes que pensar en nada, ni siquiera esperar una respuesta, porque la pregunta es ridícula... No tienes por qué saberlo... Simplemente hazlo.

¿Quién eres? ¿Qué importa? No importa en absoluto. ¿Pregunta el zorro quién es? ¿O el conejo, el águila, el gorrión, la lombriz, la mosca? No. Entonces, ¿por qué tienes que saberlo tú?

¿Y el futuro...? Qué pregunta tan absurda se vuelve eso ahora.

¿Y el pasado? Bueno, algún idiota ahí detrás siguió los patrones de su falsa identidad y fue un desastre... “En realidad no he sido nada... No tengo que ser nada...”. Pero uno tiene que confiar en ese Dharma natural.

Éste es el problema de raíz. Eso sólo llega con conocimiento del Dharma y Dao y con meditación y contemplación correctas... No es que sea algo natural, pero es una manera de devolver a los Madelman, a Ken y a Barbie a sus cajas y olvidarse de ellos.

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